En la Soledad de mi Habitación I

Reflexionando en torno a la miserable existencia coronada de llanto, dolor y muerte en que se debate la criatura humana…, podía escuchar el canto de unos pajarillos que volaban sobre el patio…

Antes que fascinarme por la atmósfera circundante, preferí sumirme en una profunda Auto-Observación… Empecé, como es natural, a pedir a mi Real Ser y a mi Divina y Bendita Madre, que me llevasen al despertar pleno y total de mí mismo, de mi consciencia, de esa consciencia que soy yo mismo.

Penetré con la ayuda de mi imaginación consciente y de mi consciente voluntad, en las profundidades ignotas de mi corazón secreto. Con la concentración intensa, pude aislar una gran avalancha de pensamientos, sentimientos, emociones, temores, alegrías, etc., y flotando deliciosamente por entre los ríos de sangre de esos maravillosos conductores cardíacos, me llegué hasta las mismas puertas del corazón tranquilo, y luego de saludar respetuosamente a sus atómicos guardianes se me franqueó la entrada… ¡Las puertas abiertas completamente…!

Una densa bruma multicolor, me impedía ver más allí del umbral… Era tan densa que parecía tener la consistencia del polvo o arena levantada por un fuerte ventarrón… ¡NADA PODÍA VERSE ADENTRO! No podía quedarme en las puertas… Tenía que avanzar. Y, con la atención consciente de mi vida y la acción, en las puertas de mi Templo Corazón, y comprendiendo todo mi Ser, di un primer y lento paso…

Me fui acercando a la espesa niebla de la materia… Otro paso más largo, pero igual de pausado, me puso en contacto con la realidad… Debía atravesar el oscuro velo de la materia de este mundo subjetivo, y llegarme hasta la misma realidad de ese otro nuevo y viejo cosmos a la vez… ¡LO OBJETIVO! Otro paso más, y la niebla queda atrás. Me halló completamente solo en un desolado y triste campo… Apenas se dibuja un empinado, triste y estrecho sendero, lleno de guijarros y espinas… Sus contornos son borrosos y parecen dirigirse a todos lados, y la oscuridad parece acentuarse… Hay gigantescas nubes que cubren la poca luz que hasta este paraje podría llegar…

¡NO HAY TIEMPO QUE PERDER! Y, sin razonamiento, con la firme intención de llegar hasta mi Padre quien mora en Secreto, di uno y otro y otro paso. ¡Cuán difícil fue! ¡Cuántas caídas entre la terrible penumbra, que cada vez se hacía más negra…! Eran rocas filosas, las que en cada caída, herían mis carnes… Ya no se veía ni el más leve asomo del sendero… Pero, sabía que ahí estaba… y que yo estaba en él. ¿Qué podía hacer…? Sin dar lugar a la intervención de la mente, hube de levantarme con mucho esfuerzo, ya desfalleciente… se me coloca al alcance de mi mano, una enorme piedra, llena de aristas agudas y vértices penetrantes…, enorme piedra que parecía cubrirlo todo y que me cierra, cual enorme cerro, todo el paso… El frío, las heridas, los pensamientos que afloran, la impotencia de vencer aquel infranqueable obstáculo, eran suficientes para que cualquier ser humano, vuelva atrás a refugiarse en los brazos de lo subjetivo en el suave y tibio lecho de alcoba…

Pero, ¡NO! El conocimiento objetivo se lo consigue viviendo objetivamente, y no teorizando en lo subjetivo… Comodidades, placeres, abulia, etc., son algo desconocido en el sendero que conduce al Padre. Llegar a mi Padre y descansar junto a mi Divina Madre, es lo que podía aspirar; pero, volver atrás: ¡No!

Me así fuertemente de las aristas y pude apoyarme ya de una gran saliente de la roca. Empecé a subir en ella. Me encontraba ya únicamente en la gran piedra. Era una inmensa montaña de pedernal y granito… Otras veces parecía vidrio cristalino… Otras diamante… y a veces roca viva… Iba subiendo penosa y lentamente. Resbalan las manos. Logro asirme muy apenas de una cornisa brillante, los dedos sangran y no es posible hacer más esfuerzos. Abajo un abismo oscuro, como socavón minero. ¿Dónde ir a caer? A ningún lado… Hay que subir, hay que subir y haciendo un esfuerzo supra-humano, logro afirmar los pies. La sangre que brota de las heridas ha formado una masa compacta en la dura roca, y es mi sangre y la piedra que se juntan, y de esa unión magnética dimana energía sublimada..

Mi desfalleciente cuerpo se ve inundado de una misteriosa y divinal fuerza que transmite valor a mis extremidades y mi afirmación en la dura piedra es ¡total! Y, no ya con mucho esfuerzo, logro subir a la cima de la gran roca. Silencio, y… ¡ESTOY SÓLO EN LA CIMA! y pienso: Ahí, ahí atrás está El, está Ella, mis Divinos Padres… Tras una tranquila caminata, llego hasta la misma cumbre y… ¡NADA! Nada de aquella majestuosidad humilde y divina en donde esperaba encontrar a mi Madrecita Divina… Sólo un OSCURO HORIZONTE, UN DESIERTO AL PARECER INTERMINABLE… No podía quedarme a analizar o pensar en lo que estaba ocurriendo… El RAZONAMIENTO ES UN ESTORBO. Debía seguir adelante, me decía a mi mismo, y sabía que eso era así. ¡ADELANTE!

Cual penitente comencé a caminar suave y tranquilamente. Las arenas se hacían cada vez más y más y más calientes. El aire sofocaba, era tan fina la arena, que dar un paso, cada vez era más difícil, era hundirse más y más en ese inmenso desierto que todo lo tragaba. Un paso más y las arenas cubrían más mis pies, otro y ya llegaban a las rodillas, otros más, y ya casi era imposible poder moverse. Debía seguir adelante, ¿Fracasar en este intento? ¡No! Era demasiado lujo permitirme semejante gasto de energía y perdida de… tiempo.

Difícilmente pude dar un paso, la tierra del desierto me tragaba, pero tenía que seguir adelante. Ya las arenas me llegaban al SEXO, el calor de mi desierto interior pugnaba por manifestar lujuriantes y sensuales impulsos al calor de la materia… Mis muslos temblaban, la respiración se me hacia entrecortada, el corazón latía con fuerza inaudita, y ¡Quién sabe de que trasfondos mentales, surge una prodigiosa criatura! Una diosa inefable salida del Olimpo griego, o una prodigiosa “ninfa” que acudía en mi auxilio… Tras ella un séquito de no menos hermosas ninfas, todas ellas apenas cubiertas de un delgado tul dorado, que dejaba al descubierto maravillosos sus encantos…

Espectáculo sólo soñado por calenturientas elucubraciones de los más refinados cantores de Las Mil y Una Noches… A un ademán de la bella, surgen de la nada, bellos jardines y majestuosas fuentes… Otro ademán y los sirvientes aparecen junto a viandas sabrosas. Otro gesto muy bien estudiado, coloca los turgentes y albos pechos fuera del velo transparente, y una hermosa tienda digna de un rey árabe se abre ante mis impávidos ojos… Las arenas ardientes queman mis entrañas y mis sentidos se alborotan, el calor ha incendiado mis venas y la sangre corre ardiente por todo mi cuerpo.

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