Gurdjieff creía que ambos sexos tienen posibilidad de desarrollarse espiritualmente y también que el trabajo interior es exactamente el mismo para los dos. Sin embargo, consideraba que los hombres tienden a ser más intelectuales, mientras que las mujeres suelen ser más emotivas con lo que : «Las mujeres eran más propensas a permitir que sus esencias estén influenciadas por las consideraciones exteriores, es decir, las mujeres enfrentan una tarea más difícil que los hombres en ascender la escala de desarrollo desde la sensualidad a lo emocional a lo intelectual y a la conciencia objetiva».

En el libro «Relatos de Belcebú», Gurdjieff abogaba por la ley promulgada por el Rey Salomón, la cual consideraba como «verdad inmodificable», de separar a hombres y mujeres durante los periodos de menstruación. La razón era que «cuando los seres del sexo femenino experimentaban el estado de menstruación, su carácter se volvía para quienes los rodeaban, especialmente para sus esposos, no sólo intolerable sino también, con respecto a «las relaciones y tratos contradictorios» resultantes con otros seres del mismo sexo, hasta psico-orgánicamente dañino».

De acuerdo a la ley refrendada por Gurdjieff, «las mujeres son, durante su menstruación, sucias, en el sentido sagrado; y que, durante esos períodos, no sólo tocarlas, sino también hablar con ellas, constituía el mayor sacrilegio y un delito para todos los demás, especialmente para sus esposos.

Una fuerza sucia o un espíritu maligno penetraría en los esposos o en los hombres en general que las tocaran o siquiera hablaran con ellas durante dicho período; y, en consecuencia, en las relaciones y asuntos diarios de los hombres sólo habría malentendidos, peleas y enemistades».

Gurdjieff, contrario al empleo de los anticonceptivos, tuvo numerosos hijos con sus seguidoras, a quienes calificaba como «vacas» mientras que su progenie eran «terneros», según cuenta Webb.

Los seres tricerebrados del sexo pasivo, como llamaba Gurdjieff a las mujeres, eran responsables de todo malentendido y las culpaba de haberse cruzado en el pasado con animales, de manera que así surgieron los primates.

Para Gurdjieff, el papel de la mujer era colaborar con el hombre, alimentarlo y parir sus hijos, pero opinaba que los hombres no deberían anteponer sus deberes domésticos ante su trabajo de autorealización.

Según Gurdjieff, la naturaleza daba más posibilidades a los hombres que a las mujeres, por ejemplo la fuerza física o un pensamiento más lógico, «Cada mujer debería sentirse una esclava del hombre».

Gurdjieff señaló a Orange que «la causa de cualquier anomalía puede ser encontrada en la mujer», y Bennett recuerda que «Gurdjieff hablaba de las mujeres en unos términos que habrían parecido más propios de un fanático musulmán polígamo que de un cristiano. Se jactaba de tener muchos hijos de diferentes mujeres, y afirmaba que para él las mujeres no eran sino un medio para alcanzar un fin»

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